domingo, 25 de julio de 2010

Crítica de Silvia Patricia Coria en Prensa Chica


"ALLA DONDE FUERAMOS..." (Versión de Las Troyanas de Eurípides.) - TEATRO
Adaptación y Dirección: Constanza Maral.
Actores: Constanza Maral, Carlos Alvarez, Jorge Booth, Gloria Husmann, Andrea Kiperman, Angeles Arias, Kary Belossi, Georgina Bernard y Beatriz Elffman.
Teatro Dandelion: Av Córdoba 2429 piso 1 derecha.
Reservas: 4961 3259, juev. vier. y dgo. de 18 a 20 hs.
Funciones: Viernes 21 hs y Domingo 18 hs.

Crítica: Constanza Maral dirige y protagoniza esta obra en su propia sala teatral DANDELION (diente de león), y la primera sorpresa es este teatro, donde cada objeto demuestra o dice: "...es todo lo que necesitaba y entonces me agarre de este proyecto". Hay tantos recuerdos: libros, papeles, muebles, almohadones, cuadros, fotos, y lo notable es que cada cosa tiene un lugar que le fué asignado por el amor, y que Constanza quiso compartir, por eso el lugar todo es como un gran regalo. Se arriesga con una obra difícil, y sale airosa. El teatro clásico tiene sus reglas: denso, declamado, y trágico, el público actual no se inclina mucho por este tipo de obras, pero como dijimos parece que a Maral le encantan los desafíos. En Troya, la antigua ciudad fortificada de la Costa NO de Asia Menor (hoy Turquía), se desarrolla la obra. Los griegos se expandieron enfrentandóse a Troya, que controlaba los accesos a los mares de Mármara y Negro. La guerra finalizó con el largo asedio a la ciudad y su posterior destrucción (1335 A.C.). Eurípides nació muchos siglos después (480 A.C.) por esto mantuvo una postura escéptica ante la religiosidad tradicional. Abordó la tragedia desde un ángulo humano, presentando a los dioses como poderes irracionales. El Caballo de Troya creado por Ulises fué un triunfo de la razón humana, sobre la ceguera de los dioses. En la obra Carlos Alvarez (Poseidón) y Atenea (Andrea Kiperman), muy buenos los dos, aclaran este punto. El coro de mujeres troyanas cautivas son las encargadas de expresar estas contradicciones, y es ahí donde Hécuba, como reina, expresa sus dudas, sus miedos, su verguenza, son gestos más que palabras, y es ahí donde la actuación de Constanza Maral se transforma en buena, pero muy buena. La obra plantea al final porque los vencedores suelen ser tan crueles, y esto es lo que la hace vigente.
Una Andrómaca (Gloria Gusmann)muy buena. Un Taltibio interpretado (Jorge Booth) muy bueno. Es una oportunidad distinta, agarre este proyecto.

sábado, 24 de julio de 2010

Crítica de Alberto Catena - Diario La Nación.



Allá donde fuéramos. Versión libre de Las troyanas, de Eurípides. Libro y dirección: Constanza Maral. Con Constanza Maral, Carlos Alvarez, Gloria Husmann, Angeles Arias, Georgina Bernard, Jorge Booth, Andrea Kiperman, Kary Belossi y Beatriz Elffman. Escenografía y vestuario: Aníbal Duarte. Iluminación: Jorge Leyba. En Dandelión, Córdoba 2429, primer piso. Los viernes, a las 21, y los domingos, a las 18. Duración: 70 minutos.
Nuestra opinión: buena

Obra estrenada en el 415 antes de Cristo, Las troyanas de Eurípides tiene como tema central la denuncia de los horrores de la guerra, un estigma que ha perseguido y desangrado a la humanidad desde los lejanos tiempos de la historia y que, como lo demuestran Irak o Afganistán, sigue despedazando a algunas sociedades del presente. Su peripecia muestra el inhumano sufrimiento de las mujeres de Troya que, tras la derrota de su pueblo, esperan ser llevadas como esclavas a Grecia.

En el texto de Eurípides, los principales responsables de la guerra son los hombres, no los dioses. Esa mirada coloca el tema en el terreno concreto de los intereses de los mortales y permite una lectura más real del conflicto y más afín a un tratamiento contemporáneo. La figura nuclear de la pieza es Hécuba, la anciana reina de Troya a la que Eurípides le había dedicado años antes otra tragedia, con su mismo nombre, donde la exhibía peleando por lograr, con el consentimiento de Agamenón, el castigo de Poliméstor, asesino de su hijo menor Polidoro.

En este nuevo relato, Hécuba tiene un perfil menos filoso que en la tragedia previa. Es un personaje más concentrado, recogido en su dolor. Tal vez esa característica es la que impulsó a la autora del libro de esta puesta -y a la vez protagonista y directora del espectáculo, Constanza Maral- a darle a la versión una tonalidad general de intensidad contenida. Que, obviamente, en un anfiteatro griego no hubiera funcionado, pero que en ese pequeño espacio de representación que ofrece su teatro es adecuado.

La atmósfera visual lograda por la puesta es muy atractiva. En especial por el efecto que producen, sobre un fondo de cortinas oscuras, los distintos colores del vestuario o los recortes lumínicos. Es muy sugestiva la imagen primera del escenario con las mujeres enrolladas en sí mismas, como si fueran diminutos montículos ubicados en círculo, que luego se abren a la luz.

En la actuación, la expresividad está más ubicada en los gestos, sobre todo en Hécuba, que capitaliza sobre ellos mínimas y condensadas manifestaciones del dolor de todas las mujeres. En la transmisión del texto, el rendimiento es desparejo y algunos intérpretes aciertan más que otros en la fuerza dramática o tersura de la elocución. En el conjunto, los más destacados son los trabajos de Constanza Maral, Carlos Alvarez y Gloria Husmann.

Alberto Catena

viernes, 16 de julio de 2010

Crítica de Hugo Manu Correa en www.tranviasydeseos.com.ar


...Allá donde fuéramos: "Tragedia de Destrucción Masiva"

Viernes, 16 de Julio de 2010 17:32
Por Hugo Manu Correa

“Lo malo de los que creen que están en posesión de la verdad, es que cuando tienen que demostrarlo no aciertan a ni una de ellas”. Camino José Cela - Nobel de Literatura.
El rapto de una mujer fue el motivo ...tanto como hoy lo son otras "verdades" que causan similares estragos... la tragedia fue así inevitable con implacables consecuencias.

Distintas épocas, mismos procederes. Hombres importantes. La verdad ninguneada para justificar la barbarie. La batalla como "target" supremo. En medio de ello la justicia, los ideales, los valores, la épica, el amor, todos ellos serán pisoteados sin medir las consecuencias en pos de lograr el cometido mayor: La Guerra.
Una de ellas fue la guerra más emblemática y celebre de todos los tiempos: La Guerra de Troya. La obra de Homero (La Ilíada y la Odisea) se desata luego de que el príncipe troyano Paris rapta a Helena esposa de Menelao Rey de Esparta, quien la reclama y ante la negativa de los troyanos de devolverla perpetúa una descomunal guerra que duro más de 10 años entre troyanos y griegos (aqueos).

Este es el disparador central en “Allá donde fuéramos…” obra que tiene una brillantísima libre adaptación (Constanza Maral) respetando el trazo grueso de esta épica grecolatina, y logra mixturarla con “sonoras” y fácilmente reconocibles palabras de nuestra contemporaneidad. Época (la nuestra) que vive “bombardeada” de palabras “colaterales” como Las Armas de Destrucción Masiva (implícitamente manifiesto en la obra) y otras que nos son cercanas (lamentablemente) a los argentinos.

Helena fue el pretexto de la guerra, como hoy lo es petróleo. Para ello los poderosos se valen de cualquier justificativo para dar lugar, pasando por alto las mismas convenciones que han creado. Ayer fue invadida Troya, hoy lo fueron Afganistán o Irak. Hoy lo hacen para expropiarse de sus recursos, y además (tan doloroso como ello) para arrasar también con la cultura del lugar que socavan: La Biblioteca de Babilonia (Bagdad) destruida y quemada. Así lo espurio y oscuro prevalece, poniendo por un lado el miedo como mecanismo de control (La Guerra).

Constanza Maral (dirección) logra con creces en “Allá donde fuéramos” una emocionante creación artística poniendo en la superficie que ha pasado el tiempo y la actualidad poética de Homero sigue vigente. Las pinceladas de esta versión son retoques que hacen emerger que el tiempo “no ha pasado”. Solo los poderosos han mutado para que nada cambie. En esta estupenda adaptación las imposiciones gramaticales se recortan fácilmente en el horizonte y logran elevar aun más la apuesta poética poniendo “en nuestro rostro” las excusas esgrimidas por los que detentan el poder.

En poco más de una hora vemos que los Troyanos han sido derrotados y las mujeres esperan el azote de sus vencidos. Pues en toda guerra “siempre hay un ganador y perdedor”, tal como dice el Heraldo. Este se pasea con majestuosidad ante las desoladas mujeres (esclavas) que no solo ven la caída de su ciudad, sino que también sienten sus valores más elementales pisoteados y vejados. Los dioses los han abandonado (a los perdedores) y el paisaje yermo que le ofrece el destino es un lugar de destierro y de implacable dolor ante el vencedor que no tendrá miramientos con su accionar.

La obra tiene un riesgo artístico muy grande y sale indemne de ello. Que la obra irrumpa hablando a través del Dios Poseidón pone a las claras ello y si la obra tiene un logro y un "atrevimiento" para jugarse y "camuflarse" entre el ayer y el hoy es justamente ese y es algo que merece ponderarse con creces. Pero en teatro nada es posible si no se cuenta con actores que hagan pasar el conflicto por sus cuerpos y aquí radica el otro punto de apoyo que hace relucir esta hermosa obra. Constanza Maral (brillante en su rol central) logra hacer transcender el conflicto en sus ojos en una emotiva y soberbia actuación. Allí está el núcleo de la tragedia. La misma se espeja en cada mirar de dolor que viaja en cada una de las mujeres que la siguen sin claudicar. El pavor que provoca el Heraldo (gran rol de Jorge Booth) quien se ufanara de su misión ante sus nuevas esclavas, será notablemente concebido, secundado en una actuación coral poderosa, visceral, jugada, de alto riesgo y con una potente carga emocional.

La apuesta tiene una estética poderosa. Lo oscuro prevalece y la luz aparece en cuentagotas. Las vestimentas les dan un halo mítico y místico. La silla roja abandonada tiene una potencia escénica poderosa diciendo que allí ha llegado la decadencia. El negro de las vestimentas condensa lo sombrío del clima que se respira siendo parte de la angustia que viven estas mujeres.

La iluminación y la "fotografía" del lugar son "quirúrgicas", marcando el sendero de la obra. Siempre acompañando la obra y nunca invadiéndola mostrando el tono y la textura precisa logrando así potenciar el esqueleto emocional de la tragedia allí instalada.
Una tragedia y conflicto tan poderoso hace prever un “escarmiento” de movimientos escénicos. Nada de ello ocurre. Las mujeres están de principio a fin “ancladas” en sus sagrados lugares y de allí no se moverán. El dolor se refleja en sus rostros y sus cuerpos están desgarrados por una tierra que conoció la derrota.


“Han ganado con las armas de un cobarde”, le espeta (Constanza Maral) al despiadado, cruel y miserable Heraldo. “Nosotras fuimos vencidas como Héroes”, le espeta haciéndolo ver a este hombre que solo cumple ordenes, lo vacío, el sin-sentido de su proceder, lo espurio de su accionar. (Los cobardes agonizan muchas veces antes de morir... Los valientes ni se enteran de su muerte." Julio César).

Esas mujeres llorando en el suelo con un coro recuerdan la ausencia de Dios en una acción dramática conmovedora tal como el dolor que toda madre lleva en su corazón, luego de ver que a quien dio vida ha muerto. (En la guerra son los padres quienes llevan a los hijos a la tumba”- Herodoto”).

Pdta.: “Aquellos que se creen demasiado inteligentes como para involucrarse en la Política reciben su castigo al ser gobernados por otros que son muchos más tontos que ellos”. Platón

Allá donde fuéramos
Libro y Dirección: Constanza Maral
Asistente de Dirección: Liliana Bertaina
Intérpretes: Constanza Maral, Jorge Booth, Carlos Álvarez, Gloria Husmann, Ángeles Arias, Georgina Bernard, Andrea Kiperman, Kary Belossi, Beatriz Elffman
Escenografía y Vestuario: Aníbal Duarte
Diseño de Iluminación: Jorge Leyba
Maquillaje: Juan Carlos López

lunes, 12 de julio de 2010

Crítica de María Aimaretti - Programa radial "A través de la mirilla" Radio Arinfo


Allá donde fuéramos - Por María Aimaretti

domingo 11 de julio de 2010

Sobre “Allá donde fuéramos…” versión de “Las troyanas” de Eurípides. Libro y dirección de Constanza Maral - Funciones Viernes 21 hs. y domingos 18:00 hs. en Teatro Dandelión Av. Córdoba 2429 1 piso derecha Reservas al TE 4961-3259 www.alladondefueramos.blogspot.com

La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva.
Ella misma es una potencia económica (…)
Si el dinero viene al mundo con manchas de sangre en una mejilla, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies.

Karl Marx Cap. XXIV “La llamada acumulación originaria” en El capital.

Sin ninguna duda la guerra trastoca la experiencia subjetiva y colectiva de la identidad. El yo y el nosotros cobran una nueva fisonomía y apariencia frente a la violencia y el poder jugados contra un ellos, en una dinámica que compromete la vida y la historia. “Allá donde fuéramos…” es una obra que desde un titulo exquisito nos invita a abismarnos al estallido de la identidad en guerra y sus mutaciones doloras: se alude a tres tiempos coexistentes e imbricados. Por un lado el pasado de un haber sido poderosos, inexpugnables, plenos, libres, en cuerpo y espíritu, en un lugar espacial específico: Troya, lugar de la identidad homogénea, armónica, integral, lugar del ser. Un pueblo como Troya erguido sobre su majestuosidad y voluptuosidad, ligado en el planteo de la puesta al placer y el deleite de la vida, la fecundidad, el canto y la belleza. Por otro lado un futuro en oposición temporal y semántica: ligado a un ser y hacer esclavo, dominado, exiliado, inundado de muerte y desarraigo. La muerte en vida, el vacío: un lugar del que nada se sabe salvo el destino de no ser que entraña. El presente, queda enmarcado en esta paradoja identitaria, en una transición dolorosa, en un tiempo de espera y definición que no hace distinción entre una reina y una sierva, la mujer de un funcionario y una campesina: las mujeres que esperan su destino, son para el poderoso, iguales, un objeto de compra-venta; sustracción, robo, botin, mercancía o chantaje. En ese umbral, en ese espacio-tiempo de pasaje se ubica el tiempo dramático de la obra. “Allá donde fuéramos…”, alude entonces al pasado (o sea a Troya: donde éramos, donde nuestra condición quedaba claramente definida por nuestra idiosincrasia, estructura social y simbólica y membresía religiosa) y al futuro (indefinido pero probable, en alguna tierra griega, ‘allá donde fuéramos a dar con nuestra existencia…’), en un presente continuo cuyo semblante es ser un punto de cambio, de fisura, y por lo tanto de elección, de opción, al menos en el fuero más interno de estas mujeres ¿Qué hacer frente a un destino pre-marcado? ¿cómo seguir siendo en medio de la sustracción del universo social y simbólico que era el nervio intimo de la identidad? La ambigüedad de la frase que da titulo a la obra es de por sí elocuente, y brinda una pista de lectura para el final de la obra: allá donde fuéramos, en plural como grupo, aunque fisicamente solas, es posible seguir manteniendo vivo al pueblo de origen en una memoria activa que cante, susurre y grite en medio de la noche la historia de Troya.

El texto de Eurípides es de una fuerza y una actualidad insoslayable, pero pocas veces una versión llega a ser deleitable. En este caso, Maral ha hecho un trabajo impecable, al igual que su labor como directora. La puesta tiene un ritmo sumamente logrado y prolijo. Simple, austera y mínima en movimientos escénicos, no pierde fuerza en ningún momento, y la prosodia musical del texto recupera en clave contemporánea, la tensión y atractivo de los textos clásicos. Esto es un mérito por parte de la directora y las actrices que conforman el coro, que sorprende por su diversidad, y riqueza interna. Hemos visto en otras puestas de textos clásicos una configuración del coro como masa homogénea e indiferenciada, que si bien aporta desde esa opción una enorme fuerza dramática y espectacular, deja de lado sutilezas y matices que Maral rescata. Sin perder de vista su función, aquí se ha optado por delinear perfiles originales dentro del coro, lo que vuelve atractivo al grupo, que tiene un enorme trabajo corporal y de manejo de energía a pesar de estar prácticamente toda la obra sentadas en círculo.
Esa decisión es también un acierto por parte de Maral que recupera de algún modo la experiencia de las tradiciones sagradas femeninas del círculo de mujeres, como reunión, entramado solidario y genuino de pares.
Sólo el prologo de la obra nos pareció poco lucido, y prescindible, puesto que la performance corporal, gestual y el manejo del ritmo y musicalidad del texto resultó forzado, alterando momentos de ausencia expresiva con otros de sobreactuación. Luego de ésto, una vez en escena las mujeres, la obra adquiere una dinámica propia, homogéna y acabada.
Aquí sólo nos hemos detenido en algunos aspectos, pero recomendamos vivamente este espectáculo, no sólo por la lograda estética propuesta, y el maravilloso texto en el que se origina (Eurípides es un clásico que jamás deja de inquietarnos y hacernos preguntas difíciles), sino porque además nos invita a aventurarnos por los filos de las paradojas que trae la guerra, la violencia y la historia.