lunes, 12 de julio de 2010
Crítica de María Aimaretti - Programa radial "A través de la mirilla" Radio Arinfo
Allá donde fuéramos - Por María Aimaretti
domingo 11 de julio de 2010
Sobre “Allá donde fuéramos…” versión de “Las troyanas” de Eurípides. Libro y dirección de Constanza Maral - Funciones Viernes 21 hs. y domingos 18:00 hs. en Teatro Dandelión Av. Córdoba 2429 1 piso derecha Reservas al TE 4961-3259 www.alladondefueramos.blogspot.com
La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva.
Ella misma es una potencia económica (…)
Si el dinero viene al mundo con manchas de sangre en una mejilla, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies.
Karl Marx Cap. XXIV “La llamada acumulación originaria” en El capital.
Sin ninguna duda la guerra trastoca la experiencia subjetiva y colectiva de la identidad. El yo y el nosotros cobran una nueva fisonomía y apariencia frente a la violencia y el poder jugados contra un ellos, en una dinámica que compromete la vida y la historia. “Allá donde fuéramos…” es una obra que desde un titulo exquisito nos invita a abismarnos al estallido de la identidad en guerra y sus mutaciones doloras: se alude a tres tiempos coexistentes e imbricados. Por un lado el pasado de un haber sido poderosos, inexpugnables, plenos, libres, en cuerpo y espíritu, en un lugar espacial específico: Troya, lugar de la identidad homogénea, armónica, integral, lugar del ser. Un pueblo como Troya erguido sobre su majestuosidad y voluptuosidad, ligado en el planteo de la puesta al placer y el deleite de la vida, la fecundidad, el canto y la belleza. Por otro lado un futuro en oposición temporal y semántica: ligado a un ser y hacer esclavo, dominado, exiliado, inundado de muerte y desarraigo. La muerte en vida, el vacío: un lugar del que nada se sabe salvo el destino de no ser que entraña. El presente, queda enmarcado en esta paradoja identitaria, en una transición dolorosa, en un tiempo de espera y definición que no hace distinción entre una reina y una sierva, la mujer de un funcionario y una campesina: las mujeres que esperan su destino, son para el poderoso, iguales, un objeto de compra-venta; sustracción, robo, botin, mercancía o chantaje. En ese umbral, en ese espacio-tiempo de pasaje se ubica el tiempo dramático de la obra. “Allá donde fuéramos…”, alude entonces al pasado (o sea a Troya: donde éramos, donde nuestra condición quedaba claramente definida por nuestra idiosincrasia, estructura social y simbólica y membresía religiosa) y al futuro (indefinido pero probable, en alguna tierra griega, ‘allá donde fuéramos a dar con nuestra existencia…’), en un presente continuo cuyo semblante es ser un punto de cambio, de fisura, y por lo tanto de elección, de opción, al menos en el fuero más interno de estas mujeres ¿Qué hacer frente a un destino pre-marcado? ¿cómo seguir siendo en medio de la sustracción del universo social y simbólico que era el nervio intimo de la identidad? La ambigüedad de la frase que da titulo a la obra es de por sí elocuente, y brinda una pista de lectura para el final de la obra: allá donde fuéramos, en plural como grupo, aunque fisicamente solas, es posible seguir manteniendo vivo al pueblo de origen en una memoria activa que cante, susurre y grite en medio de la noche la historia de Troya.
El texto de Eurípides es de una fuerza y una actualidad insoslayable, pero pocas veces una versión llega a ser deleitable. En este caso, Maral ha hecho un trabajo impecable, al igual que su labor como directora. La puesta tiene un ritmo sumamente logrado y prolijo. Simple, austera y mínima en movimientos escénicos, no pierde fuerza en ningún momento, y la prosodia musical del texto recupera en clave contemporánea, la tensión y atractivo de los textos clásicos. Esto es un mérito por parte de la directora y las actrices que conforman el coro, que sorprende por su diversidad, y riqueza interna. Hemos visto en otras puestas de textos clásicos una configuración del coro como masa homogénea e indiferenciada, que si bien aporta desde esa opción una enorme fuerza dramática y espectacular, deja de lado sutilezas y matices que Maral rescata. Sin perder de vista su función, aquí se ha optado por delinear perfiles originales dentro del coro, lo que vuelve atractivo al grupo, que tiene un enorme trabajo corporal y de manejo de energía a pesar de estar prácticamente toda la obra sentadas en círculo.
Esa decisión es también un acierto por parte de Maral que recupera de algún modo la experiencia de las tradiciones sagradas femeninas del círculo de mujeres, como reunión, entramado solidario y genuino de pares.
Sólo el prologo de la obra nos pareció poco lucido, y prescindible, puesto que la performance corporal, gestual y el manejo del ritmo y musicalidad del texto resultó forzado, alterando momentos de ausencia expresiva con otros de sobreactuación. Luego de ésto, una vez en escena las mujeres, la obra adquiere una dinámica propia, homogéna y acabada.
Aquí sólo nos hemos detenido en algunos aspectos, pero recomendamos vivamente este espectáculo, no sólo por la lograda estética propuesta, y el maravilloso texto en el que se origina (Eurípides es un clásico que jamás deja de inquietarnos y hacernos preguntas difíciles), sino porque además nos invita a aventurarnos por los filos de las paradojas que trae la guerra, la violencia y la historia.
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